Traje los cuadros. Sé que decirlo es mentira, porque el
primero estaba aquí desde el comienzo, Nada puede contener todo el sol en las
banderas de la primavera invencible, Canto
general, X. El fugitivo, XII, sería un tonto de capirote si no recordara
las imitaciones y las fotografías y los barcos y sus mujeres. El segundo cuadro
tiene tres hombres mirando al cielo que empieza a derramar la lluvia, un
rompecabezas que no es una litografía, Joan Miró, Chez le Roi de Pologne, 1966. Si alguien estuviera aquí, ahora,
sosteniendo entre sus manos la taza blanca, me gustaría decirle que en 1896
Alfred Jarry estrenó su Ubu Roi, que
la obra fue cancelada inmediatamente después de los disturbios ocasionados
durante la primera función, merdre, que exactamente setenta años después,
Miró compuso la serie de litografías Suites
pour Ubu Roi, donde aparece la ya citada Chez le roi de Pologne, pero el cuadro es otro, y para terminar
este rompecabezas hubo que buscar arduamente la última pieza entre los sillones
de la misma sala donde me sentaba a leerle las historias del ingenioso hidalgo
Don Quijote de la Mancha a mi prima, y sus ojos permanecían abiertos mientras
escuchaba, sin entender una palabra, escuchaba con los ojos abiertos, sentada en mi regazo, apoyando su cabeza contra mi pecho. El tercer cuadro aún no
llega, y nada tiene que ver con todo lo que hasta aquí ha sido dicho, es una
fotografía de las manos de una mujer bañadas por el agua de un grifo. La
fotografía es mía. Las manos siempre estuvieron cerca, hasta que un día
desaparecieron.
No hay comentarios:
Publicar un comentario