No tiene nombre, sus manos trabajan y giran y se aferran.
Sonríe tímidamente y cruza las piernas, abraza la taza que tiene entre las
manos y mira por encima del borde con ojos tan abiertos. Llora. Quisiera
tomarle la mano mientras llora, ahora mientras llora y se limpia las lágrimas
con las yemas de los dedos, ahora mientras parpadea, mientras un suave temblor
le acaricia las piernas. Quisiera saber si su mano abrazaría la mía, por unos
segundos, ciegamente, de la misma manera en que abrazaría la mano de un hombre
que llora con ella.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios una canción no aprendida, y se van llorando, llorando, la hermosa vida. Jaime Sabines
ResponderEliminarQUE BONITO ESCRIBES PRIMO... Nelly Ojeda