Te
habría gustado la casa, sus paredes blancas, sus libros mezclados con los
tuyos. Te habrían gustado los pies negros de pasearse por la alfombra, la
música y las ventanas. Te habría gustado la señora que ha venido a la puerta
preguntando tu nombre, el frío colándose por los cristales, el pequeño elevador
y la vista de la ciudad desde las últimas escaleras. No habrías puesto atención
al infeliz azulejo del cuarto de baño. Habrías pedido más puertas ahí donde
sólo hay repisas. Te habría gustado el pequeño balcón que da a la calle y a
otras ventanas. Habrías colocado fotografías como flores por toda la casa.
Habría ya colgado a la entrada un perchero, y el perchero sería verde y tendría
grabado tu nombre.
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