Me
duele que no haya nadie, haber guardado las fotografías, saber lo que
pedí, con lágrimas en los ojos, hace mucho tiempo. Me duele que pedir nunca
fuera suficiente. Me duelen las nubes porque repiten el mismo nombre. Me duele
estar despierto, pensar que haya dicho todo en silencio, no saber por qué fue
tan distinto. Me duele la distancia de las cosas. Me duele escuchar decir Aquí,
porque el lugar no está en el nombre, porque el dolor está en el cuerpo. Me
duele que ya nadie sienta el rencor, porque todo está bien, porque todo está
bien ahora, aunque todavía nos duela el olvido. Me duele, porque vine a decir que estoy solo y no puedo fumar porque se acabaron los cigarros y no voy a salir a media noche porque hay automóviles que cruzan rápidos las avenidas y estoy cansado, y porque puede ser también que de salir a buscar cigarros me decida a no volver y entonces dejaría de pensar que me duele el cuerpo cada vez que imagino que los muertos no están muertos y que podemos amarlos para siempre aunque no podamos mirarlos, porque están aquí, en cualquier calle, puede ser incluso la misma calle, y dan señales y dejan palabras marcadas, pero no podemos tocarlos, ni besarles la frente ni las manos, los muertos no hablan con nosotros. Porque todo esto puedo pensar, y decir que no estoy hablando de la muerte, sino de cerrar la vida, porque vivos estamos, como ayer, pero hace mucho tiempo que dejamos de buscarnos, por todo esto prefiero quedarme y escribir que me duelen las nubes, y que nunca sabré sus razones.
lunes, 26 de septiembre de 2011
jueves, 22 de septiembre de 2011
Te voy a contar
Te
voy a contar.
El
sol es un rojo,
hay
sombras de nenúfares,
y
todas las palabras,
hasta
el fin de los tiempos.
miércoles, 21 de septiembre de 2011
Si pudiera decir lo debido
Qué
debiera decir si todo pudiera ser dicho en pequeñas memorias de hechos que no
sucedieron, si la vida estuviera en otra parte, si el tiempo fuese lo que guardáramos
para más tarde. Qué debiera decir si pudiera decir todo aquello que ya ha sido
dicho, brevemente, al oído del hombre que llora, a la cintura de la mujer que
cocina, a los pies de la mujer mientras duerme. Si pudiera decir algo, tan sólo
algunas palabras, formas breves como el recuerdo, si pudiera atarme a la idea
de estar diciendo algo parecido al olvido del nombre de las cosas, si pudiera
decir lo debido, entonces repetiría su nombre, como si de repetir una nube se
tratara.
Te habría gustado la casa
Te
habría gustado la casa, sus paredes blancas, sus libros mezclados con los
tuyos. Te habrían gustado los pies negros de pasearse por la alfombra, la
música y las ventanas. Te habría gustado la señora que ha venido a la puerta
preguntando tu nombre, el frío colándose por los cristales, el pequeño elevador
y la vista de la ciudad desde las últimas escaleras. No habrías puesto atención
al infeliz azulejo del cuarto de baño. Habrías pedido más puertas ahí donde
sólo hay repisas. Te habría gustado el pequeño balcón que da a la calle y a
otras ventanas. Habrías colocado fotografías como flores por toda la casa.
Habría ya colgado a la entrada un perchero, y el perchero sería verde y tendría
grabado tu nombre.
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