miércoles, 14 de julio de 2010

John Rabe

Hace días que vengo queriendo hablar de John Rabe y Nanking, dejar algún registro de haberme enterado, bien o mal, de una historia de ocupaciones hechas por hombres contra otros hombres. Poco más que esto puedo decir, a no ser confesar el haber ignorado, hasta no entrar en aquella sala de cine, que hubo un tiempo en que trescientas mil almas fueron borradas de este mundo, consumidas por el fuego de la guerra en un lugar remoto, o que imagino remoto, pues todo es relativo, ya se sabe, que se llama Nanking. Sabrá perdonar quien se encargue de hacer estos juicios mi falta de conocimientos, mi poca instrucción histórica acerca del hecho. Yo me vine a enterar así, en una sala de cine. Vi a un hombre salir de una muerte perenne, de una muerte que llevaba grabada en la piel, lo vi atravesar una ciudad en ruinas hasta llegar a un muelle. Le envidio el destino, le envidio el barco que encontró en el muelle, el barco que lo esperaba siempre. Hablo del Rabe de ficción, que el otro no se sabe si haya tenido barco esperándolo a la hora de partir, yo prefiero creer que sí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario