Iba
a terminar noviembre y no había soñado. Iba a terminar noviembre y a punto
estaba cuando soñé dos veces. La primera, sentado en el sillón que de tan bajo que es no hemos atinado a comprar una mesa para hacerle compañía.
Estaba sentado, decía, con el peso del mundo en las piernas, hosco, la ventana
del balcón abierta, entonces soñé con abrir la boca, tan grande, que pudiera
decir Ven conmigo. No abrí la boca, no tendría caso. Escribí en cambio
un poco, como una burla para mí mismo, y el esfuerzo no hizo daño a nadie. La segunda vez
estaba dormido y en el sueño parecía feliz. Todo era ruinas, paredes, techos,
blancura que llegaba junto a la tarde. Soñé. Era feliz de ver a una mujer
quedarse, en blanco y negro, como la fotografía.